Abstract:
Durante los días en que algunos miembros de la facultad de arquitectura y urbanismo de la Universidad de Cuenca soñábamos con crear un espacio académico de discusión y debate sobre las historias de las artes, las visualidades y la arquitectura en América Latina que tuviera su sede en un país de ricas huellas y vestigios como el Ecuador, se discutían los postulados de la más importante cita de arte contemporáneo en la ciudad, la Bienal de Cuenca. En esta ocasión –la XIII Bienal– invitó a Dan Cameron, un conocido curador independiente estadounidense de arte contemporáneo que había trabajado proyectos ambiciosos como la 8a Bienal de Estambul (2003), la exhibición Prospect 1 en Nueva Orleans tras el huracán Katrina (2005) o Dirty Yoga (El sucio yoga) en Taipéi (2006). En todos estos, él y los equipos locales apuntaban a explorar la mentalidad del sitio sin perder de vista el tejido que conectaba el lugar con otros contextos. En los procesos curatoriales, en general, los curadores o comisarios, a través de las exhibiciones que montamos, aspiramos a rescatar o dilucidar qué viene en el futuro inmediato, cómo se comportan –no solo las artes o la arquitectura– sino la sociedad en su conjunto. Una especie de ejercicios videntes que nos llevan a mirar con profundidad los caminos tomados por la humanidad en un momento en particular.