Abstract:
Uno de los problemas principales para la Ciencia Económica es identificar los determinantes directos e indirectos del desarrollo económico. En este sentido, existe una amplia literatura que sugiere que las economías exitosas deben su prosperidad al hecho de estar dotadas de instituciones o reglas de gobernanza social, política y económica de carácter sólido y efectivo (North, 1990a, Rodrik, 2002, Acemoglu et al. 2004). Esta línea argumental, representa el punto de partida de la Nueva Economía Institucional (NEI), cuando sostiene que las buenas instituciones o reglas son un condicionante ineludible del crecimiento y desarrollo económico (North, 1991). En este sentido, para los seguidores de esta corriente, uno de los principales obstáculos para alcanzar un crecimiento económico sostenido radica en la presencia de elevados costos de transacción. Entonces, las instituciones constituyen un instrumento o mecanismo que permite el manejo de estos costos, es decir, establecen en el largo plazo el grado de eficiencia de una economía (North, 1990b). De igual manera, la forma en que la cultura y el sistema legal (Demsetz, 1967 y 1981) hacen cumplir los derechos y los contratos se convierten en factores esenciales para determinar las pérdidas de eficiencia en una economía al mismo nivel que una inadecuada gestión de política económica y monetaria (enfoque macroeconómico), incorrectas prácticas de negocios (enfoque microeconómico) o condiciones desfavorables (aspectos exógenos) de carácter coyuntural como los desastres naturales y las guerras (North, 1994; Acemoglu y Johnson, 2005)