Abstract:
Así como existen novelas latinoamericanas del siglo XIX que se pueden leer como suplementos de la historia oficial, porque exa-minan o mitifican algún evento histórico relevante para las elites que fundaron el Estado, podemos encontrar otras que, además, proyectan el destino y el origen de la patria más allá de sus límites espaciales o temporales concretos. Las primeras funcionan como suplementos de la historia, porque hablan del nacimiento de nuestros países, llenando los vacíos que los discursos oficiales de la jurisprudencia y la política dejaron. Las segundas sueñan y construyen un origen a menudo cercano al mito, porque están ambientadas en tiempos y espacios muy lejanos de la realidad inmediata de sus autores. Si bien ambos tipos de novelas participan en la invención política y cultural de la nación criolla, a más de reflexionar sobre la identidad de la nación en ciernes, como hacen aquellas novelas suplementarias, estas otras proyectan el deber ser y las ambiciones de trascendencia de las primeras comunidades nacionales. En el caso del Ecuador, la primera novela en cumplir con ese propósito proyectivo o trascendentalista, desde una perspectiva cristiana y católica, es la novela de Francisco Campos Coello (Guayaquil, 1841- 1916) titulada Plaìcido (1871), porque sitúa los orígenes de la religiosidad nacional en la antigüedad europea. De esta manera, las primeras novelas ecuatorianas colaboraron en la construcción de un discurso nacional aparentemente monolítico y carente de fisuras. El discurso nacionalista de las novelas ecuatorianas del siglo XIX fue en gran medida un ejercicio de disimulo y ocultamiento.