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Una mirada a la cronología de los últimos meses del año 2014 permite inferir que en el Ecuador las políticas de seguridad siguen en construcción. Cada reemplazo ministerial en defensa y/o seguridad es ocasión propicia para que el funcionario de turno anuncie las nuevas medidas que se tomarán. Pero en retrospectiva resultan ser casi idénticas a las que anunció quien deja el cargo. No contamos aún con un balance consolidado e integral de los avances en materia institucional. En el Ecuador -vale admitir también en el resto de América Latina- los intentos por hacer frente a los nuevos retos de la Seguridad han ido muy por detrás de los acontecimientos, por sí más ricos en riesgos y amenazas que la capacidad de los gobiernos para visualizarlos. La inmensa diversidad y complejidad de los fenómenos incluidos en el campo, no pudieron ser advertidos en los finales de un siglo XX dominado por las lógicas de la guerra y las perspectivas militares o militaristas. Solo desde sociedades individualizadas como las actuales, es posible advertir la diversidad de puntos de vista sobre la producción de las amenazas y la dinámica reflexiva con la que decurren en una infinita relación causal. Estas no son fácilmente percibidas por la inminencia de los acontecimientos, pero también porque los estados y tecnocracias civiles que reemplazaron a las cúpulas militares en la definición de las agendas, no tienen capacidades idóneas para hacerlo.