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La sola noticia del uso de armas químicas por parte de actores del conflicto sirio, preocupa a personas y Estados de todo el mundo. Si bien un análisis más detenido nos informa que este tipo de armas y otras que provienen del uso tecnológico de las ciencias químicas y físicas, ya se habían usado desde mucho antes –especialmente en la primera guerra mundial– era de esperarse que los avances de la cultura humanitaria en estos tiempos las habrían erradicado. El recurrir a estas armas se agudiza cuando los conflictos de diverso tipo se arraigan y permanecen por mucho tiempo; las pasiones se desatan y se aleja toda posibilidad de negociación racional y ética. Según el Barómetro de Conflictos de la Universidad de Heidelberg, en los últimos años se ha agudizado la conflictividad mundial. El 2011 registró el número más elevado de guerras desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Se contabilizaron 20 confrontaciones más otra clase de conflictos. En el 2012 se llegó a otro récord triste, si bien el número de guerras se redujo a 18, la cantidad de desplazados en el planeta se elevó a 28,8 millones, incrementándose la cifra en 2,4 millones respecto de 2011.