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El escenario internacional se ha hecho más convulso e impredecible desde el comienzo de la guerra de Irak y en materia de Seguridad mundial podemos hablar de un antes y un después. Diversos factores, además del indicado, contribuyen a esta situación y deben ser evaluados con cuidado. Más fácil es comprobar las consecuencias, una de ellas es el debilitamiento y pérdida de autoridad de los organismos internacionales para manejar los conflictos y administrar la paz. Frente a ello, a pesar de la crisis económica, al momento son los Estados los que afrontan directamente la imprevisibilidad de las nuevas amenazas y desafíos, todos ellos de carácter global. Si los Estados tienen estrategias de seguridad bien constituidas y factibles que abarquen las distintas dimensiones (defensa, seguridad pública y ciudadana, manejo de riesgos y catástrofes, medidas de protección y precaución) será más eficaz la interrelación y cooperación entre ellas. Resulta mejor que depender como hasta ahora de plataformas supranacionales que carecen de la voluntad política que solo gobiernos elegidos por sus pueblos pueden tener. En los últimos dos años, países como Alemania, Países Bajos, Reino Unido y Francia han elaborado Estrategias de Seguridad Nacional (ESN) para reorganizar los instrumentos y procedimientos de sus gobiernos y afrontar los nuevos riesgos de seguridad con alcance global. En América Latina, Argentina ha entrado en esta tendencia. La elaboración de las Estrategias de Seguridad Nacional ha venido impuesta por la necesidad de emprender en una reorganización integral de los conceptos estructuras, funciones, organizaciones y procedimientos relacionados.