Abstract:
El origen del COVID-19 fue registrado en diciembre de 2019, cuando un grupo de casos de neumonía con origen desconocido se reportaron en Wuhan, China; días después, las autoridades sanitarias de ese país confirmaron que se asociaba con un nuevo tipo de virus de la familia coronavirus, se le llamó SARS-CoV-2 (OMS, 2020), el mismo que rápidamente se ha propagado a nivel global. Hasta el segundo semestre de 2020, la falta de un tratamiento o vacuna ha generado que los gobiernos de muchos países tuvieran que tomar medidas para evitar el contagio y el colapso de los sistemas de salud, tales como cuarentenas, distanciamiento físico y medidas de prevención sanitaria, entre las que destacan el uso de cubrebocas, gel antibacterial y el lavado de manos de forma recurrente. Ante este panorama, América Latina se encuentra en un momento decisivo, los sistemas de salud se encuentran saturados, y debido a la cada vez más frágil protección social, la población vive en condiciones de gran vulnerabilidad (CEPAL y OPS, 2020), además, se han elevado los índices de informalidad laboral y desempleo, así como la pobreza y desigualdad. La situación se agrava con el aumento de contagios y la imposibilidad de reactivar la economía de los países. En esta etapa crítica se hace necesaria la integración de políticas de salud, económicas y sociales que hagan frente a la crisis (OCDE, 2020), garantizando ingreso, alimentación y salud para los más vulnerables.